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Las potencias occidentales, en lugar de aprovechar la disolución del pacto de Varsovia para avanzar hacia el desarme, se dedicaron a vanagloriarse de su «victoria en la guerra fría», a promover la globalización neoliberal y «ecocida», a revalidar la disuasión nuclear, a ampliar las funciones y el ámbito de actuación de la OTAN y a emprender una enloquecida espiral de intervenciones militares que ha culminado con la desestabilización general de Oriente Medio. Ante el Iraq devastado, los bantustanes palestinos, el Afganistán feudal de los «señores de la guerra», el Líbano nuevamente resquebrajado o el Pakistán al borde del abismo, resulta difícil escapar a la nostalgia.