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En las ciudades de Perú, la población no comprende por qué cuesta tanto el gas doméstico mientras diariamente salen barcos de gas natural licuado para alimentar, a bajo precio, los mercados globales. Pero en las comunidades indígenas amazónicas, afectadas por el avance de las corporaciones petroleras selva adentro, la incomprensión adquiere otros letales matices. Sus territorios, sus derechos y sus culturas se diluyen como el combustible usurpado de su subsuelo y que se esparce por la superficie como uno de los tantos pasivos ambientales transferidos impunemente a las futuras generaciones. Camisea, el Kuwait gasífero de la Amazonía, resume el nudo de estas paradojas.